• Abiertos

Tú, el animal. Tú el hombre

Así como es en el Cielo, de forma semejante deberá ser sobre la Tierra. Si los hombres están unidos entre sí por el amor desinteresado, también los animales cambiarán y volverán a cumplir aquello que en realidad les es propio: el amor desinteresado hacia cada uno y entre sí. Entonces también sucederá lo que el Eterno manifestó a través de Isaías: hombre y animal serán amigos.
Muchos dicen que el perro y el gato no se entienden ni se aman, debido a que sus características animales son diferentes. Aun cuando los perros y gatos irradien grados de consciencia distintos, en ambos están contenidas las predisposiciones hacia la unidad y la vida comunitaria. En muchos casos los perros y gatos no se aman porque en encarnaciones anteriores o en ésta han sido atados a una persona y por ello se han orientado a seres humanos y han adoptado sus cualidades. Cuando el hombre vive en desarmonía con los hombres, surge entre hombre y hombre un campo de tensión negativo, una lucha, que se lleva adelante en pensamientos o con palabras. Este campo de tensión negativo es acogido por el prójimo animal y así éste reacciona de forma semejante a los hombres. De ello surge entonces la lucha de los rivales. Cada uno quiere tener su reino y una persona determinada para sí mismo. Esto también es válido tanto para las diferentes razas, como también para el prójimo animal de la misma especie.
Los hombres que quieren alcanzar la unidad universal, Dios, la vida interna, sienten que en ellos vive el infinito como fuerza y luz. Cada vez piensan menos en sí mismos; ya no cuidan su yo inferior y estrecho, y el “mío” y el “para mí” personal. Se vuelven impersonales, esto significa universalmente conscientes.
Si el hombre comienza a pensar grandes pensamientos, también el prójimo animal, por ejemplo, el perro y el gato cambiarán su forma de sentir, porque también en ellos está la fuerza poderosa, Dios, el sentir de la consciencia universal. El que quiera comprender a su prójimo animal deberá esforzarse primero en comprender a su prójimo, a sus semejantes, profesándoles un amor desinteresado y comprensivo. El prójimo animal, que en su mayor parte no tiene cargas ofrece de buen grado el amor desinteresado a sus hermanos hombres, porque también su vida es dar y recibir. El prójimo animal no puede cargarse; él es cargado por los hombres.
El prójimo animal, todos los animales en esta Tierra se encuentran en una envoltura material, como también las almas de los hombres. El hombre y el animal solamente pueden moverse libremente en esta Tierra hasta donde lo permita el mundo tecnificado por los hombres. Hago alusión aquí a los vehículos, autopistas y cierres de carreteras, a otras separaciones por el “mío” y “para mí”, como cercados, muros y mucho más. Estas limitaciones las deben sufrir especialmente los animales domésticos, por ejemplo, los perros, que por ello son atados a collares y correas.
El hombre transmite su propia limitación, su pensar y querer personal a todo el mundo animal. Todos los animales, da igual en qué nivel de consciencia se encuentren, están en el Dios creador, en Su ley de desarrollo, y en El tienen su existencia.
El que actúa en contra de los animales, plantas, minerales y piedras, está actuando al mismo tiempo contra sí mismo; su cuerpo espiritual es universo que ha tomado forma; a ello también pertenece la esencia espiritual de los animales, plantas, minerales y piedras.
Aquel que atenta contra las formas de vida, se provoca a sí mismo un sufrimiento idéntico, porque peca contra la vida, y con ello contra sí mismo.

EDITORIAL GABRIELE
Español
e-book
Ref. B133es
IBSN 978-3-89201-903-9
4,99 €

Leave Feedback About This

There are no reviews yet.

Be the first to review “Tú, el animal. Tú el hombre”

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *